Almas Muertas, de Nicolás Gogol (L.C. 3)



Pavel Ivanovitch Tchitchikof no es un héroe napoleónico como los de Stendhal; tampoco es un personaje tolstoiniano, esplendoroso y noble, que quiere cambiar el mundo; mucho menos se identifica con la tragedia ética de Raskólnikov. No es más que un hombre simple que trata de sobrevivir en un mundo que se resquebraja, donde la corrupción y el robo es un buen método para progresar de una manera rápida y efectiva en la Madre Rusia, aunque algunas veces se falla, como en el caso de Tchitchikof. Su porte es excesivo, pesado y para nada agradable, no le gusta ser sincero porque la vida le ha enseñado a desconfiar de su alrededor, sueña con ser mejor, llegar a tener unas buenas tierras y trabajar en el campo noblemente, pero su ambición lo obliga a engañar y aprovecharse de los demás, aunque él siempre justifica sus acciones como honestas pues no roba a nadie en particular sino al Estado. Toma algo que está ahí y no ha sido aprovechado por nadie, si él no lo hace, otro lo hará. Pero no puede aprovechar los buenos vientos que le depara la fortuna, y siempre cae en desgracia, perdiéndolo todo.
El tema nos llena de horror, pues Pavel Ivanovitch compra las almas muertas de miles de campesinos en un país de siervos, donde abundan terratenientes de todas las clases: avaros, déspotas, trabajadores, visionarios, soñadores, desinteresados, que dejan morir a sus trabajadores sin ninguna gota de remordimiento, sin sentir culpa por algo y con una única preocupación, los impuestos que deben pagar por esos seres que ya no existen. 
Pero es la ironía del autor la que domina esta tragedia, nos encontramos con unos personajes pintorescos que muestran sus almas, que poco a poco nos va introduciendo en la mentalidad del hombre ruso del siglo XIX, en ese ambiente feudal que ya no tiene cabida en una sociedad moderna. La novela nos hace reír a carcajadas en cada vuelta de página, con personajes como el avaro, difíciles de encontrar en Rusia según el autor, que descuida sus tierras por no querer invertir en ellas y deja morir a sus criados de hambre, todo por guardar el dinero en un cajón para que en el día de su muerte vengan los familiares a disfrutar de la herencia, o por ejemplo el jugador de cartas que inventa historias absurdas en cada momento y siempre está pensando en hacer la mejor trampa en el juego, para luego buscar problema con cualquiera cuando es descubierto.
Lo que más me llama la atención es el narrador omnisciente, es decir no el autor ni el personaje, sino el que está en medio de los dos, es él quien lleva la batuta de la novela, quien nos depara momentos felices, cosa que debe hacer toda buena novela, y si cuando pensamos en Almas Muertas, surgen una pequeña sonrisa en nuestro rostro, sentimos que ha valido la pena leerla. Sin embargo no todo puede ser completo en este mundo y la novela no es la excepción, pues aunque carece de malos parajes, el autor la dejó incompleta, tal vez por eso la lectura en la segunda parte se torna un poco difícil y nos queda una frustración por lo que pudo haber sucedido y causa de qué, el destino no fue generoso con nosotros, al igual que con sus personajes.

Nota: Nicolai Vasilievich Gogol, descendiente de una familia de cosacos ucranianos, trabajó esta novela durante su estadía en Roma, entre 1826 y 1848, y la publicó en 1842. En un principio estaba destinada a ser la primera parte de una obra más amplia, lo que empezó a hacer un tiempo después, pero como dicen los historiadores literarios, en un ataque de melancolía, quemó todo el manuscrito tal vez por una de sus crisis religiosas. Y ésta no sería la única vez, pues en un viaje de peregrinación a Tierra Santa entró en un conflicto místico y a su regreso cayó bajo la influencia de un sacerdote fanático que lo convenció de lo pecaminoso que era su obra narrativa y a causa de ello destruyó una gran cantidad de manuscritos inéditos. Murió el 4 de marzo de 1852, en Moscú, al borde de la locura. 
En el Curso de Literatura Rusa, Vladimir Nabokov no cree en el espíritu ruso de Gogol, tal vez por el hecho de haber pasado mucho tiempo fuera de su país, tal vez por su delirio religioso. “La principal nota lírica de Almas Muertas eclosiona cuando la idea de Rusia como Gogol veía a Rusia (un paisaje peculiar, una atmósfera especial, un símbolo, un camino larguísimo) se perfila, con toda su extraña belleza, a través del tremendo sueño del libro”.

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