Problema 1: El Tiempo en San Agustín.


Antes que afrontar cualquier problema relacionado con la “nueva novela histórica”, considero fundamental acercarnos a los conceptos que se tienen de tiempo, pues es allí donde encontramos la esencia que permite el engranaje entre en la historia y el texto narrado. Para ello he escogido cuatro conceptos que se han convertido en hitos fundamentales del pensamiento filosófico: la idea que tiene de tiempo San Agustín, Emanuel Kant, Martin Heidegger y finalmente Paul Ricoeur. Cuatro conceptos que permiten apreciar un desarrollo histórico sobre la noción de tiempo y que nos facilita entender el porqué de ese juego tan ilógico de la historia que practican hoy en día las novelas posmodernas, y en especial la “nueva novela histórica”.
Las Confesiones de San Agustín. “Libro undécimo” (12-28).
Empiezo por hablar de la magnífica aporía del tiempo planteada por uno de los padres de la iglesia católica, San Agustín, quien en su texto Confesiones (Agustín, 1998), manifiesta de manera fascinante pero a la vez desconcertante, la inexistencia del tiempo. Este docto Argelino del siglo IV reflexiona sobre sus acercamientos a Dios y a la iglesia cristiana de una manera autobiográfica, tratando de abarcar muchas ideas que le permitan justificar la existencia de Dios. El texto Confesiones fue escrito entre los años 397-401 d.c. y se divide en trece libros que narran sus primeros años y su conversión. Sin embargo, en el Libro undécimo encontramos una de las reflexiones más fascinante que se han elaborado sobre el tiempo.
La reflexión inicia con una pregunta muy simple aparentemente, pero que tiene mucho sentido para cualquier hombre de fe. ¿Qué hacía Dios antes de que hiciese el cielo y la tierra? Dicho cuestionamiento da pie para que San Agustín empiece a reflexionar sobre el problema del tiempo. Dios es eterno y a su vez el creador del tiempo, mas no por eso puede estar sujeto al tiempo mismo, no hay un antes de Dios. La verdadera preocupación está pues, en la reflexión sobre la existencia del tiempo, pues Dios ya no está en duda. En el apartado XVII del Libro Undécimo, San Agustín lanza una paradoja sobre aquel conflicto temporal que nos intriga a cada momento de nuestra existencia: ¿qué es el tiempo?
¿Qué es, pues, el tiempo? ¿Quién podrá explicar esto fácil y brevemente? ¿Quién podrá comprenderlo con el pensamiento, para hablar luego de él? Y, sin embargo, ¿qué cosa más familiar y conocida mentamos en nuestras conversaciones que el tiempo? Y cuando hablamos de él, sabemos sin duda qué es, como sabemos o entendemos lo que es cuando lo oímos pronunciar a otro (Agustín, 1998).
Este concepto tan familiar se nos vuelve un verdadero problema cuando decidimos reflexionar sobre él. ¿Existe el tiempo en realidad o es una mera imaginación de nuestros sentidos? San Agustín lo soluciona de una manera genial. “¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé” (Agustín, 1998). Esto en filosofía se denomina aporía, un problema sin resolver, o mejor sin solución alguna aparentemente. ¿Cómo es posible esto? ¿De qué manera algo tan evidente no se puede explicar? El Obispo de Hipona se justifica de la siguiente manera:

Lo que sí digo sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado; y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo presente. Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro, ¿cómo pueden ser, si el pretérito ya no es él y el futuro todavía no es? Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y no pasase a ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad. Si, pues, el presente, para ser tiempo es necesario que pase a ser pretérito, ¿cómo decimos que existe éste, cuya causa o razón de ser está en dejar de ser, de tal modo que no podemos decir con verdad que existe el tiempo sino en cuanto tiende a no ser? (Agustín, 1998)

Para San Agustín el tiempo no existe, pues es algo que no puede ser, porque ya ha sido y porque será. Sin embargo, esto nos coloca en un nivel de eternidad, como Dios mismo, pero de ninguna manera somos él, tal vez a su imagen o semejanza, pero no él. Un problema sin resolver es el que nos deja este santo hombre. La inexistencia del tiempo por la sencilla razón de que algo ha dejado de existir, aunque aún no ha existido. ¿Cómo procura resolver dicho conflicto? Más adelante afirma que cómo no ha sido posible presentar con claridad la existencia del pretérito, presente y futuro, es más conveniente pensar en que existen tres tipos de tiempos: un presente de las cosas pasadas, un presente de las cosas presentes, y un presente de las cosas futuras. “Porque éstas son tres cosas que existen de algún modo en el alma, y fuera de ella yo no veo que existan: presente de cosas pasadas (la memoria), presente de cosas presentes (visión) y presente de cosas futuras (expectación)” (Agustín, 1998).
La actualización de estos tres tiempos se va a convertir en una herramienta útil para entender el proceso en que la historia asume ese tiempo pasado como presente y de qué manera la narrativa utiliza mismo proceso en su creación literaria. Sin embargo, es indispensable entender otros dos grandes conceptos que se tienen de tiempo para llegar a la concreción final que realiza Paul Ricoeur relacionando el tiempo y narración.

Bibliografía
Agustín, S. (1998). Confesiones. (P. Rodríguez de Santidrián, Trad.) Madrid: Alianza Editorial.

Nota: Esto hace parte de mi investigación sobre la Nueva Novela Histórica. Es la primera sección.

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