Los Amorosos, de Jaime Sabines (L.C. 5)
“¿Quiénes son los amorosos? Los amorosos somos nosotros encerrados en
la crueldad de la vida diaria. Una mirada, un lugar, un roce, los trastorna
todo, lo convierte en fantasía e irrealidad. Vamos, olvidamos y buscamos, más
nunca sabremos que somos. Todo es irreal a nuestra vista”. Esto lo escribí en
mi época existencialista. No debí hacerlo si iba hablar sobre algo tan
importante para mí como la poesía de Jaime Sabines. Conocí sus poemas cuando
estudiaba en la universidad, curiosamente en una clase que poco me interesaba. Hacían
un análisis métrico que desbarataba la belleza del poema y concluía la faena
con una interpretación semiótica digna de cualquier teórico-crítico de la
literatura. Sin embargo era imposible evadir aquella belleza sonora que tanto
caracterizó a este poeta mexicano. Le conté a mi amigo Pablo sobre el poema y afirmó
conocerlo. Descubrí dos cosas: primero, que habíamos tenido el mismo profesor
de literatura en la Universidad Nacional, Jairo Mercado, con una diferencia de
tiempo de 20 años. Segundo, que Jaime Sabines, a pesar de ser tan buen poeta,
seguía siendo un desconocido para el ámbito colombiano. Cuando México fue el
invitado de honor por primera vez a la feria del libro de Bogotá, decidimos ir
en búsqueda de las obras de aquel poeta mexicano. No había mucho. Sólo un
folleto de exhibición y en el stand principal del país, después de tanto
preguntar, nos encontramos con la grata sorpresa que sólo tenían dos
ejemplares. “Recuerdo ese nombre porque en la inauguración, el Presidente
Gaviria se llevó la edición de lujo y nos causó curiosidad. Trajimos otros dos
ejemplares en edición rústica, ¿los quieren?” dijo el inconmovible vendedor. Desde
ese momento Jaime Sabines hace parte de las joyas de mi biblioteca. Siempre ha
estado conmigo como un vademécum que ayuda a soportar los rigores de la vida.
La poesía no es mi fuerte, conozco muy poco de ella, no la entiendo mucho y
cuando alguien me pregunta qué opina de sus poemas no sé qué contestarle,
quisiera decirle que no me gustan, que son horribles, que no me gusta tanta
trascendencia e intelectualidad, tanta innovación y performatividad, que sólo
quiero leer y escuchar la poesía de Borges, algo de Neruda, los poemas de
Xavier Villaurrutia, a Jattin, a Rosario Castellanos, a Cavafis. Son estos
pocos poetas y algunos de sus poemas los que hacen parte de mi vida, y en ese
Olimpo privilegiado, por supuesto, está Jaime Sabines. ¿A quién se le ocurre a
hacerle un poema a una coja embarazada, canonizar las putas, o decir que los
amorosos va llorando esta hermosa vida? Su estilo del narrativo, cuenta las
historias como a su ritmo de vida, todo es pausado, las palabras tienen una
razón de ser, para que nuestros sentimientos se identifiquen con la fuerza del
poema.
La cojita está embarazada.
Se mueve trabajosamente,
pero qué dulce mirada
mira de frente.
Me gusta este poema, es muy sencillo, un tema hasta banal, lejos de
esa trascendencia que algunos poetas postmodernos nos quieren imponer. Se nota
el balanceo de la cojita, el balaceo de la palabra, el balanceo de la voz de
Jaime Sabines.
Si alguien me dice: “Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se
toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y / a veces se le pasa la mano y
nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto / sucede porque
es un poco cegatón y bastante torpe con las manos.” No me queda más remedio que
hacer un pacto de paz y reconciliación, a pesar de mi escepticismo y ateísmo.
Cada palabra está bien enfocada, dice lo que uno quiere escuchar, mueve
las entrañas, y eso reconforta pues para eso está la poesía. Cuando escuché lo
siguiente por primera vez, ya no fui el mismo:
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan.
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
¿Quiénes son los amorosos? me vuelvo a preguntar y el poema responde.
Son a quienes nos preocupa el amor, viven al día, siempre se están yendo,
esperan, pero no esperan nada. Están solos, son insaciables, tienen serpientes
como brazos, no pueden dormir, tienen alacranes bajo la sábana, son como locos
sin Dios y sin diablo, se ríen de la gente que lo sabe todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como en una lámpara
de inagotable aceite.
Finalmente los amorosos juegan a tatuar el humo, el triste juego del
amor, inconformes y caminando de madrugada, con olor a tierra mojada y mujeres
complacidas, y se van llorando…
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
la hermosa vida.
Quisiera que leyeran todos los poemas de Jaime Sabines, son hermosos,
vivifican el alma y nos recuerda que la poesía se puede escribir bien, no es
lanzar palabras por lanzar, es jugar con las palabras de la manera más
inteligente, siempre pensando en nuestros sentimientos. Hoy en día es muy fácil
conseguir sus poemas, se encuentran en la red, en librerías, hasta en los
programas faranduleros que pretenden aparentar cierta intelectualidad. Su
muerte hizo famoso a nivel internacional a este humilde vendedor de seguros, cuando
uno lo oye hablar en Bellas Artes de México (buscar en YouTube) es muy
emocionante, la pausada voz con que nos dice que Yo no lo sé de cierto, pero supongo / que una mujer y un hombre algún
día se quieren; también cuando piensa en la mujer No es nada de tu cuerpo, / ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre, / ni
ese lugar secreto que los dos conocemos, / fosa de nuestra muerte, final de
nuestro entierro. Por último, terminar este escrito con una máxima, con una
frase inteligente, con un final apoteósico sería traicionar al poeta, por eso
lo dejo hablar. ¿Qué puedo hacer si puedo
hacerlo todo / y no tengo ganas sino de mirar y mirar?
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