Bomarzo, de Manuel Mujica Lainez (L.C. 1)

Una novela de 670 páginas con una letra muy reducida es en verdad agotadora, pero la historia de Vincino Orsini lo merece. no por su espectacularidad, que puede no serlo, mas sí por el modo en que va seduciendo al lector, la forma en que nos introduce en esa maraña de intrigas y de muertes de una época que marcó la historia, el Renacimiento. Acabo de leer la novela y siento que debo escribir algo de ella, que no puedo dejar pasarla sin opinar sobre ella. Alguien me comentaba que Bomarzo fue una novela de época, famosa en los años 60ª, obtuvo infinidad de premios, pero poco a poco su fama se fue esfumando, hasta desaparecer de la historia de la literatura donde sólo los clásicos sobreviven. Sin embargo, las personas que tuvieron el aliento para disfrutar la novela nunca la olvidaron, se sintieron personajes de ese mundo diabólico y majestuoso o por lo menos soñaron con navegar sobre una góndola por los canales Venecianos en la noche de incendio de palacios. Llama mucho la atención el hecho de que el narrador esté en primera persona, y haya traspasado la frontera del tiempo, mostrándose a sí mismo con sus defectos, desilusiones, tormentos, infamias y horrores que cometió en aquel castillo, principio y final de su existencia, y como fue moldeando los alrededores de aquel lugar hasta convertirlo en su imagen y semejanza.
Quisiera haber escrito algo así, me apasiona contar una historia que sucedió hace unos siglos, siendo yo protagonista de ese tiempo; el espíritu de la inmortalidad nos ronda y no importa el costo, algo tiene que suceder para que la monotonía de vivir y morir se vea interrumpida, para saber qué sucede después del ahora, sentir el horror de enterrar varias generaciones, sentir la nostalgia de un pasado que tal vez merezca ser contado en otros tiempos.
Me estremeció la imagen donde el duque Vincino, en un ataque de celos, encierra a Zanobbi en la cámara secreta y lo deja para siempre, el puñal del jorobado firme en el pecho del joven artista lo lleva al cuarto que más horrores le había concedido en su infancia. Me fascinó el espíritu artístico y mágico de aquella época y la comparación con los siglos venideros. El amor también existió pero fue siempre una estocada en la espalda, sólo en el poema de Ariosto se revelaba en toda su pureza. El duque no podía amar porque siempre un rencor de la infancia lo estaba agobiando, a pesar de que el destino después le fue favorable. Los otros personajes son tan exóticos como el mismo duque, la abuela Diana Orsini, Julia Farnese, sus hermanos, su padre, Silvio de Narni, Paracelso y otra infinidad de personajes que marcaron el mundo de la alquimia, la magia y la religión del Renacimineto. Lo que no me gustó de la novela fue el final, pues la impresión que uno tiene cuando está leyendo es que el personaje va a contar lo que sucede después de su muerte, pues ostenta el don de la inmortalidad, pero nada de eso ocurre, y luego de ser cómplices de la trama, queda una sensación de vacío en el aire. “Te contarás a ti mismo” le predicen a Pier Francesco Orsini. Contarse a uno mismo es una ardua tarea y de la cual nadie se interesa, lo importante es que se sepa contar con maestría como aquí lo hacen. El mérito radica en la escritura y su buen manejo, el autor no abandona al lector, lo consiente, le muestra cosas para que no se canse en el largo viaje de su lectura.
Nota: Este libro lo leí el último año del siglo pasado y por supuesto los comentarios son de aquella época, faltaron muchas cosas por decir, un mejor análisis del libro, pero lo más importante es que se validaba el placer por la lectura, había un goce por un libro diferente que nadie leía, pero se descubría en mi laberíntica biblioteca. Lo mejor de mi biblioteca son los libros no leídos, ellos aguardan por mí, yo los consiento, no quiero perder su necesidad. Cuando uno ya los lee, se pierden, ya no se requeren, ya no me necesitan contar su historia. Sucedió con Bomarzo, hasta ahora reaparece en mi vida por culpa de este blog, pero no me siento culpable, algún día volveré a sentarme con él, aunque todavía me faltan muchas novelas de este escritor argentino, en especial El escarabajo y una novela que nunca la he encontrado en físico, que la empecé a leer en la biblioteca de la Nacional hace 20 años, que luego desapareció y jamás la pude encontrar ni terminar de leer, El Unicornio. Una de aquellas historias que probablemente se comentarán aquí cuando por fin encuentre el libro. Por ahora lo más importante es invitarlos a que conozcan un escritor argentino que fue muy adulado por Borges (quien sino él que me ha enseñado a leer), con un gran número de textos, y con una novela que estoy seguro no la encontrarán tan fácil. Manuel Mujica Lainez, Bomarzo, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1988, 6ª ed.

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